Suelo, monte y clima fueron soportes de la actividad agropecuaria de mis ancestros. Para el simple sustento había que sacar rendimiento de los recursos naturales a través de un primario y continuo sacrificio: acarrear suelo agrícola, levantar paredones, coger hierbas para los animales etc. Sin duda, los gomeros fueron recompensados en el pasado con otros atributos que no fueran la comodidad y el ocio. Aspiraciones a las que accedemos hoy en día con menos incertidumbre y otro tipo de esfuerzos, gracias en buena medida, al aumento del turismo a partir de los años sesenta del pasado siglo. Y es que aunque la sociedad y la economía son complejos y cambiantes, y que además en su dinamismo se ven influenciadas por múltiples factores, entiendo que sin dudas el avance de la actividad turística ha venido a ser un verdadero punto de inflexión.
El turismo nos permite descubrir el telón de un nuevo escenario en el que ciertos actores cambian su papel. Así, las laderas de montaña más agrestes o inaccesibles, son paisajes protegidos para descubrir; el monte gomero es Parque Nacional de Garajonay de referencia mundial; y el clima, parco en lluvias, se torna excelente compañía vacacional.
El territorio, que tan a menudo machacamos, nos ha venido a brindar por medio del turismo generosos argumentos para vivir y trabajar. Y puestos a elegir, somos cada vez más los que optamos por el desarrollo local endógeno y sostenible como modelo de intervención en nuestro territorio. Significando ello que una vez reconocidas nuestras potencialidades, las intentamos poner en uso para nuestro beneficio pero sin destruirlas ni tampoco privar a nuestros hijos de su disfrute.
Turismo y desarrollo local es el encabezado del blog, tienen que ver ambos conceptos con una parte de mi profesión y además es un atractivo binomio que ocupa parte de mi tiempo libre.