A esto de las ocho y media, con Elena a paso ligero, dejamos a la derecha la ermita aún en construcción de la Virgen de La Candelaria y con el tiempo algo fresco empezamos a subir por la ladera. Tabaibas dulces, tarajales, beas, espinos, salados, toldas, orijamas, cerrajas, sabinas, pinos halepensis de repoblación, son algunas de las especies vegetales que nos encontramos en el ascenso de esta ladera del Complejo Basal.
Aunque el sendero está recién remozado, se ha respetado el antiguo trazado, pensado para un tiempo en que por lo general había que subir y bajar cargado, lo que lo hace muy descansado. El empedrado está en buen estado y se han habilitado pequeños descansaderos que nos sirven para girarnos y captar con la cámara las imágenes de la desembocadura del Barranco de Vallehermoso de la playa, hoy de mar tranquilo, el Castillo del Mar, las ruinas del empaquetado de Los García, el Parque Marítimo cuyas piscinas, aunque vacías lucen el azul intenso de la pintura de su fondo y la sinuosa carretera hacia el casco del pueblo.
Nos encontramos todavía en una cota baja de una zona costera de vegetación halófila y xerofítica, y sin embargo, gracias a las lluvias, arbustos y matas lucen verdes y muchas de ellas con llamativas flores
Acabamos la ascensión y al llegar a La Raya, en la otra vertiente de la loma, se nos abre a la vista el barranco de Las Carretas.
En el descenso no hay riesgo ni dificultad, las vallas de madera recién instaladas, terminan por disipar las dudas. La vegetación en esta vertiente es más escasa y de menor porte.
Al llegar a la pista de Las Carretas giramos a la izquierda para llegar a ver desde arriba la Playa de la Sepultura y la de Los Dejes. A la vuelta del Acantilado de la Sepultura cruzamos varias fincas abandonadas pero aún impresionantes por sus paredes verticales y perfectamente alineadas. En una de ellas, plagada de fotogénicas margaritas salvajes hablamos de la cantidad de huacales de tomates que en los años cuarenta y cincuenta se producían y que eran transportados “a la remúa” precisamente el sendero que acabábamos de realizar, hasta el pescante de Vallehermoso donde se embarcaban.
Seguimos subiendo por la pista de Las Carretas dejando atrás un impactante contenedor rectangular que todavía no ha sido retirado tras las obras de restauración del sendero y una equívoca señal que nos invita ir a Simancas cuando en realidad este tramo de sendero está sin arreglar, y finalmente en el Pie de La Cuesta empatamos con la pista asfaltada que nos conduce hasta las proximidades de la ermita de Virgen de la Caridad del Cobre.
Aquí ya encontramos actividad agrícola, nos saludamos con un conocido que nos detalla las variantes que tenían los senderos de la zona para después continuar cavando su viña; otros más arriba se empeñan en colocar tubos y “vergas” para las espalderas.
En los alrededores contamos ocho palmas descogolladas que son de guarapera y cruzamos por las proximidades den una recién rehabilitada casa de turismo rural. Ascendemos buscando el túnel de La Culata decididos a no cruzarlo, con el ánimo de descubrir y seguir el camino que era utilizado antes de la construcción del túnel a finales de los años cuarenta del pasado siglo. No nos resultó difícil encontrar su inicio, y a pesar de que hay algunos derrumbes y que en algunos puntos abundan los arbustos, el empedrado del camino ha pervivido en muy buen estado.
En recompensa, nos reciben a nuestro paso un montón de sabinas de diferentes tamaños, que nos recuerdan que estamos en el principal ecosistema de estas características del archipiélago. Pero el regalo mayor nos llega al llegar a la cima de la ladera donde nos encontramos de sopetón con la figura del Roque Cano, que aunque todavía distante nos brinda su espalda, o al menos así lo interpretamos los pantaneros habituados a mirarlo desde el pueblo, con otra perspectiva.
De ahí bajamos hasta buscar el Lomo del Barro, cruzando por un camino todavía lajeado y plagado de lavanda salvaje cuya trayectoria coincide en buena parte con la de una antigua acequia cuyas paredes son de la toba rojiza tan apreciada últimamente y que va verter a un tanque circular custodiado por una garza, que a tenor de su altanería y poco caso que nos hizo debe tener la plaza en propiedad.
Abundan las bandas de viña, en su gran mayoría abandonadas y algunos cuartos en los que se llegó a guardar el fuerte y afamado vino de La Culata, siendo Don Esteban Mora, que regentó tienda en el casco de Vallehermoso, el primero en etiquetarlo.
Desde el Lomo del Barro ascendemos hasta La Vegueta en el Casco de Vallehemoso por el margen izquierdo del barranco de Vallehermoso por un camino estrecho y de tierra desde el que observamos el Jardín Botánico y abundantes y fértiles pedacitos de terreno que están siendo afortunadamente recuperados para la agricultura.
Todos somos conscientes de lo gratificante que resulta el senderismo, pero especialmente cuando lo practicamos en La Gomera con la calidad de los caminos existentes resulta aún más satisfactorio. En el mapa de a continuación se señala con la flecha azul el camino recorrido, que aparece en verde con lunares amarillos.
Se llama la atención sobre la clara necesidad de arreglar el tramo del lomo de La Culata que evitar transitar el túnel. En parte de un mensaje que se dejó en la Agencia de Desarrollo Local del Ayuntamiento de Vallehermoso de una pareja de británicos que hicieron hace escasos días el sendero se hablaba de la necesidad de su acondicionamiento con el siguiente literal “…if the path was cleared over the top by the túnel it would be a good walk…” En definitiva, vale la pena su rescate, y no resulta costoso porque el empedrado halla en buen estado y no es preciso colocar barandas.
Nos disculpamos por la calidad de las fotos ya que la cámara que llevamos no tenía batería y tuvimos que utilizar el móvil.
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