La lectura de la noticia de la inminente puesta en marcha de un hotel rural en Hermigua me da pie para redactar estas líneas. Es conocida la generosa aplicación de fondos públicos de diversa procedencia (pero casi todos ellos con altas tasas de co-financiación provenientes de Fondos e Iniciativas Comunitarias: REGIS, LEADER, PRODER etc.) en la rehabilitación de inmuebles tradicionales para reconvertirlos en alojamiento turístico, básicamente casas y hoteles rurales. Ello ha sucedido en beneficio del desarrollo rural en todo el país y también en otros países pero entiendo que vale la pena detenernos en las peculiaridades de La Gomera.
Aquí desde hace unos veinte años se ha venido subvencionando la rehabilitación de casas y hoteles rurales. Aunque no hay estudios al respecto se pueden cuantificar que en ese periodo se habrá subvencionado la rehabilitación de unas sesenta o setenta casas y nueve o diez hoteles rurales de los cuales cinco han sido promovidos por la iniciativa pública y subvencionados al 100% (Vallehermoso, Agulo (dos), Hermigua y próximamente en Imada).
Tampoco se ha cuantificado con exactitud el gasto medio que ha tenido la rehabilitación de los hoteles rurales. Máxime cuando alguno de ellos han sufrido obras de acondicionamiento varias veces con motivo de su falta de uso o falta de adaptación a normativa. Podemos aproximar el gasto medio realizado en unos 500.000 € por hotel rural (tan sólo la mitad del gasto atribuido al Hotel de Los Herrera en Hermigua). Ello supone un gasto de 2,5 millones de Euros para los cinco hoteles de la Administración.
En las casas rurales rehabilitadas estimo la media de subvención en unos 30.000€ por vivienda (por regla general, la mayor parte de las subvenciones no pueden ser superior al 50% del valor de la rehabilitación). Cifrando en 60 el número de casas rehabilitadas con financiación pública, tenemos unos gastos totales en este periodo de 20 años de 1,8 millones de Euros. Gasto público sensiblemente inferior al de los cinco hoteles rurales.
El número de plazas turísticas creadas por la rehabilitación de hoteles rurales (estimando una generosa media de 20 plazas por hotel) es de 100 plazas. Por otro lado el número de plazas creadas en casas rurales, a una media de 4 plazas por vivienda, es de 240, más del doble.
Hasta donde yo sé, de los hoteles rurales públicos creados o en proceso de creación tan sólo uno está en funcionamiento en la actualidad. De las viviendas rurales rehabilitadas estimo en un 20% las que se han dado de baja una vez cumplido el compromiso con la administración de permanecer abiertas al menos cinco años.
Las casas rurales por lo general no generan contrataciones directas, pero para la limpieza y mantenimiento de la casa, así como para tareas en el jardín y para la recepción de clientes generan retribuciones de cierto peso. Aunque algo reducida en tiempos de crisis, igualmente importante es la renta complementaria que dejan el alquiler de las casas en los propietarios de casas rurales, los cuales adquieren igualmente la obligación de pagar impuestos por estos beneficios. Conocemos el perfil de los clientes que vienen a las casas de turismo rural y sabemos de su importante volumen de gasto en el entorno del cual se benefician restaurantes, tiendas, supermercados, taxis, etc.
Por el contrario, no sabría qué escribir sobre el empleo o la riqueza generada por los hoteles rurales de capital público en la isla porque solamente tengo la vaga referencia de los comienzos del Hotel de Los Pérez en Agulo y el intermitente pero digno ejemplo del Hotel Rural Triana en Vallehermoso. Sin embargo, y por lo que hace respecta a hoteles rurales de titularidad privada hay que destacar la calidad y las cualidades que durante décadas han venido luciendo establecimientos como el Hotel Iboalfaro en Hermigua y el Hotel Tamahuche en Vallehermoso.
Soy sabedor que los hoteles rurales públicos rehabilitados rescatan casonas de gran interés patrimonial y en algún caso el dinero de la administración sirvió para no verlas hoy convertidas en ruinas. Igualmente considero que un hotel rural con encanto, bien localizado y con adecuado mobiliario, gestionado por una familia o unos profesionales conocedores de nuestros valores gastronómicos, culturales y patrimoniales constituiría una oferta turística de calidad que de paso contribuiría a mejorar la oferta que realizan las casas rurales y de paso a elevar la calidad global de los alojamientos insulares. Pero salvo alguna excepción por todos conocida esto no sucede en los hoteles que están bajo el auspicio de la administración.
En resumen y para finalizar creo que todos, aunque especialmente los que de alguna forma trabajamos en el ámbito del turismo, debemos reflexionar sobre la utilidad y los resultados que proporcionan ciertas inversiones públicas en el ámbito del alojamiento rural.
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