Cestos de vendimia hechos de caña y mimbre |
Hace un par de días tomaba un café con José María Real y con Juan Leralta. Ambos son excelentes conversadores y versados ambos en temas relacionados con el desarrollo Local. No en vano Juan había sido alcalde en Letur, un pequeño pueblo de Extremadura; y José María es dinamizador perpetuo de iniciativas relacionadas con el turismo rural en La Gomera. Este último me hablaba, orgulloso de una cesta de la compra hecha con fibras vegetales que había traído de Mallorca que era la envídia de todas las señoras con las que coincidía en el mercado. Vehementemente, como es en él habitual, se preguntaba porqué en La Gomera no podíamos elaborar y vender este tipo de piezas también. En otra ocasión haré una nueva entrada hablando del tema. Ahora tan sólo pretendo enlazar las reflexiones de José María con un artículo que publiqué hace algunos años en la revista ESEKEN.
Cuando ya salía de la tienda de IKEA en Tenerife, en el lugar donde se apilan los artículos de fibras vegetales, me tropecé con un cesto redondo, sin tapa, que compré. Era muy barato, lo puse en el baño para la ropa sucia y aparentemente está muy bien acabado. Además del precio, el hecho de que estuviera trenzado con ristra me sorprendió y lo sigue haciendo.
Lo primero que me pregunté es cómo es posible que una tienda de muebles del Norte de Europa, podía comercializar una pieza elaborada con este material, impropio de esas latitudes. Seguramente IKEA, al igual que otras grandes empresas de múltiples sectores, no sólo venden lo que producen, sino que encargan o delegan la fabricación de ciertos artículos, de los que no son especialistas, a otras empresas radicadas en otros países con costes de producción muy inferiores.
Mi cesto no es artesanía. Parece, pero no es. Cumple perfectamente el cometido para el que fue pensado, pero no es artesanía. Aparenta rústico, pega muy bien con el lugar en que lo coloqué, pero no es artesanía.
Me reitero en el convencimiento de que el objeto que compré es algo elaborado en muchas cantidades en un lugar que desconozco y probablemente por las manos de un operario y no de un artesano.
Con el pasar de los días me procuré consolar pensando que es lo de menos si la pieza era más o menos original. Al fin y al cabo cumplía a mis deseos la función que le destiné, y además me resultó una compra económica.
El consuelo me llegó, pero nunca el convencimiento. Deseo y espero que quien me lea, haya pasado por trance parecido para poder llegar juntos al final del escrito.
Casi todos apreciamos del trabajo artesanal un conjunto de innegables atributos. Como cualquier artista, el artesano a través de sus manos deja en su obra parte de su persona, nos ofrece una pieza única, una expresión singular. Recupera con su trabajo la memoria de nuestro pasado y un pedazo de nuestra identidad. Utiliza por lo general materiales nobles y cercanos a su entorno. La constancia, el esfuerzo y la dedicación del artesano constituye para los más jóvenes una enseñanza en toda regla en este deshumanizado y cibernético mundo. La artesanía, en cualquier parte del mundo, colabora sustancialmente a sostener la maltrecha economía del mundo rural.
Aunque todo es cierto, somos sin embargo testigos del retroceso de algunas especialidades artesanales y del languidecer de la artesanía más tradicional.
A todos nos debe preocupar la salud de la artesanía. Sabemos de algunas causas de su decaimiento y debemos investigar las restantes. Debemos buscar la forma de reconocer y aprender del hombre y de la mujer artesana, que es una forma de darle valor a su obra y a todo el sector. Bajo unas inequívocas señas de calidad y de origen, debemos proteger los trabajos más auténticos y genuinos. Ahondar en la interacción de la artesanía con otros sectores productivos, como el turismo, es otra línea de trabajo a seguir.
No todo se resume en no tener ni tiempo ni dinero para cambiar las cosas. No nos debe valer como excusa. Sin duda existen otros caminos intermedios o paralelos consistentes en acometer algunas pequeñas iniciativas que demuestren a las claras que tomamos partido de forma decidida por cambiar la situación de la artesanía.
Y cada uno de nosotros, desde nuestra posición, nos correspondería aportar el consabido granito de arena. La administración local planificando y gestionando la obtención de ayudas de instancias superiores, los artesanos arropándose en una plataforma desde la que puedan defender mejor sus derechos, los consumidores premiando al artesano con su elección de compra.
Baudilia Arzola. Exclente artesana de cestería |
Por mi parte, ya hemos decidido en familia retirar del baño de casa el cesto de IKEA y poner un cesto de mimbre pelada que hace Baudilia en el Barranco del Ingenio. Además tiene tapa.
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