El pasado lunes, muy poco después de escribir la anterior entrada en el blog, todo se aceleró, llegó la orden de desalojo del casco de Vallehermoso porque el incendio amenazaba con desbordarse por "Los Gallos" hasta el Alto Ingenio. En algo más de una hora el pueblo se quedó casi vacío y mudo de voces y tránsito. Hasta ayer miércoles por la tarde la presencia de los miembros de la Guardia Civil, desplegados día y noche en el casco fue tónica dominante. Se esperaban los partes de noticias y se respondían llamadas y correos de amigos y familiares con la martilleante banda sonora de los motores de los hidroaviones que, "en carrusel" descargaban alivio periódico en forma de agua.
Ahora mismo arden las noticias alarmantes, las declaraciones incriminatorias. Quema la rabia y el desconcierto. Prende el deseo de buscar culpables de todo tipo.
Pero, al igual que el propio bosque verde, hay una parte en nosotros que no se deja quemar tan fácilmente. Aunque afectados y probablemente con daños, hay rincones de nuestro ser, de nuestro comportamiento como comunidad que no arden con facilidad, que resisten a la combustión.
No ha ardido el temple, la calma y la fortaleza de los vecinos desplazados que he visto obedecer órdenes sin gritos, sin quejas, sin preguntas.
No se ha afectado el trabajo de los brigadistas y profesionales que combaten el fuego.
No han ardido tampoco responsables políticos trabajadores, preocupados de su gente y su patrimonio, que no aparecen con frecuencia en los medios pero que con pie firme toman decisiones y gestionan su responsabilidad con tacto y aplomo.
Ningún daño hemos sufrido en la forma en que San Sebastián ha acogido durante dos días a los allí desplazados. Sin excepción los pantaneros destacan la manera en que los jóvenes voluntarios de San Sebastián se han volcado con nuestras familias. Esto es de gran importancia, que los jóvenes gomeros sean capaces de movilizarse con espontaneidad para acudir en la ayuda de otros, que acudan sin ser requeridos, que su sano interior les empuje a mostrarse bondadosos y amables con los demás. A esto tenemos que agarrarnos, a este futuro, a la buena leche que han mamado estos jóvenes.
En fin, de verdad que hay muchas cosas que ni se nos han ido, ni nunca perderemos. Tantas que sería difícil relacionarlas en un artículo tan breve. Tal vez sobra mencionarlas porque casi todos las conocemos.
En el devastado fondo del Barranco de Guadá que los cámaras de televisión eligen para mostrar la crudeza del incendio hay un chorro de agua que obstinado y pertinaz aparece en muchas de las tomas. Mientras el locutor habla, a su espalda un chorro de agua clara, increíblemente clara, que corre barranco abajo o que salta un pequeño desnivel nos recuerda que el monte y su subsuelo están completamente vivos.
Conocemos los motivos para ser pesimistas: casas quemadas, malas perspectivas de ocupación turística, etc. Pero creo que debemos agarrarnos a aquellos otros que nos invitan al trabajo por la recuperación de nuestros valores patrimoniales y humanos.
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