Con satisfacción comparto el poético texto que acompaña la invitación de Juan Antonio Jorge Peraza ADL, geógrafo y amigo, para una siega tradicional en Icod el próximo domingo. Desprende sensibilidad y cariño a su tierra. Como en cualquiera de los textos de su blog: http://juveniltaucho.blogspot.com.es/
El sol
rayando en el Arenal de Joco nos acompaña.
Un haz
platino, fino, una promesa de cielo limpio y aire caliente para quebrar los
tallos emblandecidos por el sereno de la noche. Un hatillo de alisios
parece llegar desde la hondura del océano empujándonos por los caminos
del Mazapé. Hay que llegar antes que la claridad a las huertas. Sería un
deshonor llegar con el sol en el cielo, aunque la siega no empiece hasta que sus
brazos nos apabullen con su calor lento, pesado.
Los niños
van a cuestas, sorteando los vaivenes del camino y del sueño, que no se quiere
ir, aunque ya la vida se despertó temprano. Van a cuestas de sus unicornios
alados sobre albardas de oro y centeno. Los niños van medio dormidos en la
ilusión de llegar a los mares de trigo, para jugar sobre la paja vencida.
Sutilmente, “a rabodeojo” escudriñan las armas de sus mayores; hincadas al
refajo, espadas curvas, esquivas, serán luego hacedoras del milagro del
trigo.
Los ojos
puestos en el Teide, majestuoso perfil en los confines de La Corona, acrecentado
en misteriosa sombra del amanecer, vamos subiendo en una calma rítmica y
constante. Vamos al encuentro de otras gentes; de la familia que viene a
ayudarnos en la siega, según Padre desde hace siglos, de los vecinos a los que
también habrá que ayudar cuando sus espigas renuncien a su estacional romance
con el viento.
En la Siega
de Icod el Alto, su gente va siguiendo las huellas de lo que fueron siempre: un
tropel de vida sobre los llanos de la siembra, como la simiente, la luz, como la
lluvia…
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