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miércoles, 31 de julio de 2013

La siega.

No es la primera vez que tengo el placer de compartir un texto de Juan Antonio Jorge Peraza, que es geógrafo y ADL. Reproduzco literalmente su redacción sobre la siega, de la que el año también se hizo una entrada en el blog.
Volveremos a segar en Las Cuchillas, La Morra o La Tablada. Será como contaban los abuelos, naciendo el sol, temprano. Ya no estarán los abuelos que nos lo contaban, no estarán físicamente pero yo los siento allí. Aunque en Icod el Alto si hay, en muchas medianías si queda gente que sabe de la siega. Se muestran orgullosos de su pasado reciente, de como arañaban frescura para combatir el calor, de la cercanía a lo antiguo, del crujir de los tallos enarbolados de grano, en generosa espiga danzante al rumor del alisio. Yo no se segar pero me gustaría que si aprendieran mis hijos, que aprendieran a segar con dulzura la tenacidad y el amor necesario, el amor propio necesario para conseguir el grano, el sustento necesario. Si ellos aprendieran, ya mi misión estaría cumplida, se habrá transmitido el espíritu de los bregadores, el espíritu del sacrificio y la armonía con la tierra. Yo no se segar, pero se en que raíces han de germinar mis hijos, en que charcos han de mirarse para afianzarse en lo que somos y así seguir, seguros de si mismos, navegando con nobleza en la singladura de sus vidas. Que suerte poder salir a los campos de esta isla y ver gente sencilla, con su vigorosa templanza, segando.     

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