Caracterizar la participación de la mujer en la
conformación y desarrollo del turismo rural en Canarias es, en el ámbito de un
manual del sector, una necesidad de compleja acometida. En general, no se
cuenta con una extensa bibliografía que aborde esta realidad, ya sean
referencias, estudios concretos o análisis globales. No obstante, al tanto de
estas circunstancias, y con una visión a la par apoyada en la experiencia, se
debe reconocer que la aportación de la mujer en el desarrollo del turismo rural,
como actividad precursora de dinamismo socioeconómico en las zonas rurales, ha
sido clave en Canarias al igual que en el resto del país. Aunque las formas de
implicación no han respondido siempre a un mismo patrón.
Así, la mujer ha ostentado la propiedad del inmueble a
rehabilitar y la titularidad de la explotación turística en un porcentaje algo
inferior al hombre. Habría que añadir que la titularidad formal de la propiedad
o de la explotación no evita que el poder de decisión sobre el emprendimiento y,
en su caso, las principales líneas estratégicas de la gestión del establecimiento
sean asumidas mayoritariamente por los varones.
Como ya se ha comentado para el caso de Canarias, la
residencia de los propietarios de los alojamientos rurales en casi la mitad de
los casos no coincide con la localidad donde se ubica el establecimiento rural.
Sin embargo, se comprueba que cuando la casa rural es gestionada por una mujer,
existe una mayor proximidad con el domicilio habitual, lo que sin duda revierte
en un mayor arraigo y calidad de los servicios dispensados.
Las tareas
que genera esta actividad (limpieza, mantenimiento del jardín, atenciones a
los visitantes, etc.) se asemejan a las que la mujer desempeña
tradicionalmente en su propia casa, percibiéndose en algunos casos esta nueva
actividad como un campo de extensión del trabajo doméstico.
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Bajo la denominación de “prestataria/o de servicios”
se ha implantado la figura de la persona que atiende todo el proceso de puesta
a punto y atención del alojamiento y de sus inquilinos (limpieza,
ornamentación, recepción de turistas, etc.). Este perfil adquiere relevancia
máxima cuando se trata de la gestión de un establecimiento rural por un tercero
distinto de su propietario (o por ausencia de los mismos). En estos casos, el
papel es asumido casi en exclusividad por una mujer. Este hecho imprime al
turismo rural un rostro mayoritariamente femenino cuando se refiere a la
recepción y bienvenida, servicios en la casa u hotel, facilitar información
local, etc.
Una importante experiencia se recoge en islas como La Palma , donde la Asociación de Turismo
Rural Isla Bonita ha desarrollado un intenso y extenso paquete de acciones
formativas y de viajes experienciales, contando para ello con apoyo de las
Iniciativas Comunitarias LEADER y NOW
(Nuevas Oportunidades para la Mujer), que han contribuido decisivamente
a la conformación de este perfil en la isla, a la mejora de su especialización
e incluso a la creación de algunas iniciativas laborales cooperativas.
Una mayor autonomía financiera, y en algunos casos la
independencia económica de las mujeres del ámbito rural canario, ha ido de la
mano del turismo rural, en parecida medida al nivel de desarrollo de estos
proyectos. Pero, quizás la mayor relevancia radica en la posibilidad del
ejercicio de una actividad socio-laboral fuera de casa, dadas las escasas
opciones existentes en territorios con una acentuada ruralidad. Ello ha
contribuido al orgullo y la autoestima de haber podido explicitar las propias
capacidades de manera más visible en un contexto marcado por un patrón
masculinizado de desarrollo de la actividad económica.
Pero además, el turismo rural aporta a la mujer rural
una vía de acceso a las relaciones con el exterior. La relación con los
visitantes, en ocasiones superando claras barreras idiomáticas, que permite
entrever hábitos diversos de vida y conocer y compartir -aunque fuere
brevemente- otras formas de expresar sensaciones y sentimientos, es algo que
frecuentemente ha sido expresado como muy satisfactorio. Pero otras relaciones
también cobran nueva significación: la relación con proveedores de servicios;
con la entidad financiera en que se ejecutan y domicilian operaciones; con la
administración local a la que incumben permisos, servicios locales, sistemas de
apoyo al turismo, etc.; con la asociación a la que se pertenece y con otros
asociados, etc.
El turismo rural, en contra lo que pudiéramos pensar
al tratarse de una actividad de reciente consolidación, en muchos aspectos se
conduce por la tradicional división de género en el trabajo. Si bien la
realidad es muy heterogénea, por lo general, el hombre asume la responsabilidad
de diligenciar la parte administrativa y promocional mientras que la mujer se
ocupa de realizar las tareas más domésticas y receptivas ya mencionadas. La
aportación de ingresos estables, provenientes de actividades agrícolas u otro
tipo de dedicación profesional, aunque tiende a ser un hecho más compartido,
sigue mayoritariamente siendo asumido por el hombre, mientras la mujer mantiene
principalmente las tareas del hogar, organiza lo relacionado con la casa rural
y administra los ingresos esporádicos de la actividad rural. En general, se
observa lo que para algún autor (Aguilasocho Montoya, D., 2005, pp.306-307) se
manifiesta de forma que el trabajo que desempeñan las mujeres no se retribuye
directamente, sino que genera unas plusvalías que son propiedad de la familia,
y administradas, mayoritariamente, por el varón.
En lo que
respecta a las asociaciones insulares
y regionales de turismo rural, el
papel de la mujer tiene una doble y desigual incidencia. Por un lado, ocupan
como técnicas la gran mayoría de los desempeños profesionales requeridos en
gestión de reservas, programas de calidad y administración, entre otras; pero
por otra parte, es muy escasa su presencia en los órganos de decisión de las
asociaciones. Los cargos más relevantes en Juntas Directivas corresponden a
hombres en las diferentes islas.
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Algo similar, y que por coincidente resulta
sintomático, sucede en las Asociaciones Insulares de Desarrollo Rural, en las
que sus equipos técnicos están soportados en gran medida por mujeres mientras
que los cargos de sus órganos de gobierno están poblados principalmente por
hombres.
En Canarias, al igual que en el resto del estado, hay
que profundizar en estrategias de mayor equilibrio entre los géneros en los
procesos de diseño, decisión y gestión del turismo rural para poder hablar con
propiedad de un desarrollo realmente endógeno, impactante y transformador. Conformar
un modelo singular de turismo rural basado en estas características no es algo
ilusorio. La experiencia en diversos rincones del estado de programas de la
Iniciativa NOW, como la referida de la Isla de La Palma, han permitido ensayar
acciones de conocimiento de los recursos locales, formación, consultoría,
asociacionismo, trabajo en red, sociedad de la información, etc., que han
derivado en una mayor competencia, corresponsabilidad y modificación de roles
con resultados significativos.
Con
independencia del juego de roles afines a los condicionantes de género, la
mujer se encuentra con mayores aptitudes para transmitir conceptos y
realidades relacionadas con las características tradicionales de nuestra
ruralidad.
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No sólo se trata de preparar
platos con recetas culinarias tradicionales, o de elegir y cuidar con esmero
las plantas del jardín, sino de protagonizar iniciativas relacionadas con la
interpretación del entorno y con el aprovechamiento activo de la naturaleza y
del paisaje humano y cultural.
Por todo lo señalado, resultaría de gran utilidad profundizar sobre la perspectiva de género asociada a la actividad del turismo rural. En particular, por tres motivos: en primer término, permitiría caracterizar más apropiadamente el modelo en Canarias implantado de turismo rural; en segundo lugar, posibilitaría el diseño de políticas, estrategias y acciones más acordes con un equilibrio de mujeres y hombres en la participación de la actividad y de sus beneficios; y por último aunque no menos importante, contribuiría a activar el definitivo potencial de desarrollo del turismo rural.
Por todo lo señalado, resultaría de gran utilidad profundizar sobre la perspectiva de género asociada a la actividad del turismo rural. En particular, por tres motivos: en primer término, permitiría caracterizar más apropiadamente el modelo en Canarias implantado de turismo rural; en segundo lugar, posibilitaría el diseño de políticas, estrategias y acciones más acordes con un equilibrio de mujeres y hombres en la participación de la actividad y de sus beneficios; y por último aunque no menos importante, contribuiría a activar el definitivo potencial de desarrollo del turismo rural.
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